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El malestar de la sobre-comunicación

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“El problema es la comunicación, demasiada comunicación.”

 Homer Simpson

Esta vez, comienzo estas reflexiones citando a uno de los grandes personajes de la historia del entretenimiento, que aunque el contexto original de la frase (en la que Homer intenta dar explicación a los problemas de pareja) posee un tono brillantemente cómico, extrapolándolo a la realidad comunicativa actual adquiere un matiz de realidad aplastante. Estamos sobre-comunicados. Esta sobre-comunicación predomina en todos y cada uno de los ámbitos en los que interactuamos, desde los círculos sociales y de pareja, hasta el trabajo, o incluso el tiempo libre. En ocasiones, generando malestar.

Los círculos sociales reclaman nuestra atención mediante las redes y la telefonía móvil. Sentimos la necesidad de saber qué sucede con aquellos que conocemos, aunque en realidad ni siquiera mantengamos una relación lo suficientemente personal. El ampliar ese círculo social se ha convertido en una especie de afán para acopiar contactos más que una creación de lazos afectivos o verdaderamente comunicativos. Lo mismo sucede en relaciones más personales como la pareja o el trabajo, donde la desinformación momentánea es causante de estrés, un síndrome de abstinencia que ha de ser saciado con mensajes, llamadas o correos electrónicos. “Todo va bien”. Paradójicamente, en nuestro tiempo libre, el periodo temporal que tenemos para nosotros mismos y nuestro recreo personal, se ha convertido asimismo en una tarea que requiere de la comunicación, pues hemos de mostrar a nuestros “afiliados sociales” la experiencia que nos encontramos viviendo, o incluso la falta de un qué hacer, mediante fatuos “estados”, fotos, o mensajes. En definitiva, estamos casi obligados a comunicarnos y mantener el contacto con el mundo. Triste y consecuentemente, cada vez hay menos tiempo para la introspección y el valioso silencio.

La sobre-comunicación genera malestar, por diversos motivos. La falta de respuesta genera malestar, como cuando nos quedamos con un saludo o la palabra en la boca, el intentar comunicarnos con algún contacto, sin obtener una respuesta, genera ansiedad. A esto favorecen las aplicaciones sociales, que nos muestran cuando un proceso comunicativo se ha efectuado con éxito. Obviamente esperamos una respuesta consecuente, más o menos rápida en función de la urgencia (aunque la urgencia se haya trasladado incluso a las banalidades). En un ambiente comunicativo tradicional, como la conversación, intervienen otras formas comunicativas más generalistas como la móvil, que distraen y diversifican la atención de los interlocutores. Se puede generar un malestar, al sentirnos desatendidos, o quizás poco valorados relacionalmente. La sobre-comunicación también puede generar malestar, como han demostrado algunos estudios, cuando conocemos las continuas experiencias gratas (pues habitualmente pasan por el filtro de la positividad) de los contactos en las redes sociales, cuando haciendo una prospección comparativa, sentimos que no hacemos lo suficiente, que nuestra vida no es tan satisfactoria, y que no tenemos el éxito que los demás tienen (o aparentan tener).

Por supuesto que estar bien comunicados nos ofrece infinitas posibilidades, ventajas sociales y acercamientos relacionales, que de otra manera serían imposibles y podrían llegar incluso a perderse. La comunicación es positivamente producente, no quepa duda. Pero mientras no lleguemos a entender los principios que la rigen, ni sepamos distinguir la aplicabilidad de tales medios comunicativos  en los contextos adecuados, la sobre-comunicación seguirá dominando, la intimidad será violada una y otra vez, y el malestar nos acompañará en cada intento de comunicación, en cada mensaje sin respuesta.

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Lista de contactos

A muchos,

Os escucho en cada llamada vuestra,

Os veo en cada imagen que os muestra,

Os leo en cada palabra y en cada letra,

Os poseo, en una lista de contactos infecta.

Pero a muchos,

No os escucho cuando me habláis,

No me interesa lo que mostráis,

No os siento, y no sentiría

Si un día, en alguna de mis listas, no estáis.